hay algo en el agua

O en el aire, porque actúan de cierta manera: ¿recuerdas cuando te comías un bistec en La Llave de Madero y justo en frente dos fulanos recargados en el zaguán del caserón habilitado como centro comercial de artículos pirata te observaban sin perder detalle? Hallaste un lugar junto al ventanal porque al fondo estaba lleno, las mujeres bebían y fumaban en la barra, y pensaste que en la urbe no habría mirones. Pero los tenías cruzando la calle, como perros de carnicería. En un descuido, te roban hasta el plato.

O cuando buscabas una peluquería ahí, por El Tanque, y desde la esquina se veía que dos tipos halconeaban en la banqueta: te vieron y se cruzaron la calle para abordarte. Apenas te dio tiempo de salir de ahí, pues la calle era casi una colina. La gravedad jugó a tu favor. Al parecer, los obreros no duran en el trabajo y se dedican a la delincuencia.

¿Ya te conté cuando preguntando por un cuarto atrás de El Tintero el joven que tomó la llamada dijo "Cuando esté más cerca le doy la dirección". Estoy cerca, le dijiste. Entonces te colgó. Parece que no quería rentarlo.  Pero el anuncio salía en el Diario de Querétaro. Situación parecida a la señora enojada que me dijo que ese anuncio, otro anuncio, se había publicado meses atrás (supongo que ella era la actual inquilina). 

    Puede ser el hacinamiento. No sé cuántos habitantes haya por metro cuadrado, pero las calles se ven repletas a ciertas horas, sobre todo en los paraderos de los camiones. O en las oficinas de gobierno, ya no digamos en los hospitales públicos o en ciertas colonias, como las que están alrededor de 5 de febrero. Inolvidable, cómo pasan la Semana Santa: amontonados en una cañada, ni siquiera pueden sentarse a tomar un chapuzón, todos de pie como en un baño público. 

Fue en los alrededores de Empresalia donde unos jóvenes te ofrecieron un teléfono móvil barato (visto a la distancia parecía un iPhone). Pero no tienes blanca. Mucho menos para comprar robado. Lo importante es no detenerse ni para dar la hora.

Hombre, yo sé que en ningún lado te reciben con los brazos abiertos, pero tampoco hay que abusar. Recordaste a la Sagrada Familia pidiendo posada cuando en diciembre te cerraban las puertas en las narices: en tres hoteles, de tres distintas categorías, te hicieron lo mismo por preguntar a cuánto la habitación sencilla. 

    ¿Qué tal la pandemia? Deben haber llorado por huéspedes.

La primera vez que fuiste a El Pueblito llegaste caminando. Un chofer, furioso, te ladró: "Yo voy para allá" haciendo la seña de ir derecho. No era la respuesta que esperabas. Te bajaste. Otro te dijo señalando el parabrisas: "Ahí dice". Y a continuación arrancó. Por lo mismo, te negaste a pasarle el pasaje que te daba el joven tirado en los asientos de atrás, durmiendo la mona o quizá intoxicado por la droga. Que se jodan, con su falta de educación. ¿Esta gente viene del Estado de México? La madre que los parió.

Nunca olvidarás a la señora de la tercera edad que, molesta por tu pisada fuerte, se detiene para verte pasar.  Neta que están neuróticos (calle donde abundan los consultorios para ludópatas). Ojalá que así sean con los maleantes. Porque uno sólo viene aquí a buscar trabajo. As a like computer programmer, I have proud Computer Science background.

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